martes, 30 de abril de 2013

La lupa en el docente: La evaluación. Por Matías Tellado*

La evaluación es un aspecto de nuestra tarea docente que se puede abordar desde muchas ópticas, en este caso opté por enfocarme en la evaluación de acreditación o evaluación final de una asignatura universitaria, poniendo énfasis en el rol docente y asumiendo que independientemente del marco formal de la evaluación, resulta interesante y necesario reflexionar sobre los aspectos sociales de la instancia de evaluación.

¿Evaluamos con el programa de la asignatura o evaluamos con un criterio personal basado en los contenidos? Aún si el programa fuera deficiente, ¿debería ser tenido en cuenta o podemos tomar la evaluación como algo más informal? ¿Qué le preguntamos a un estudiante, cuál es el fin de la pregunta? ¿Qué es lo que queremos evaluar? ¿Cómo resolvemos los conflictos que se suscitan en el examen? ¿Qué pasaría si sospechamos que la respuesta fue aprendida memorísticamente o el razonamiento fue trasladado de un libro o de la clase en forma literal? ¿Nos alcanza? ¿Sería problema del estudiante, del docente o es problema de la pregunta?

Estas preguntas deberíamos hacérnoslas los docentes antes de asumir la tarea de evaluación, de forma tal de tener una idea de antemano del enfoque y estilo del examen del que vamos a participar. A veces, damos por sentado que los estudiantes se han preparado, durante el desarrollo de la asignatura, para el estilo de evaluación más allá del contenido.

Algunos docentes, tratamos de tener un esquema mental general de la situación de examen, de forma tal de ponderar por un lado los requerimientos de la estructura pedagógica de la cátedra y por otro lado nuestras convicciones personales. Más allá de esto consideramos también el enfoque que tuvo la enseñanza que se brindó a los estudiantes durante el curso. De éste complejo análisis surge tan solo una calificación numérica de los aprendizajes de los estudiantes. Solo eso. Es un proceso complejo, social, humano, profesional y emocional del que paradójicamente se desprende una calificación numérica.

Teniendo en cuenta esta situación, el objetivo principal de los docentes en la evaluación es calificar numéricamente la instancia de examen, como una representación de los aprendizajes del estudiante en el área evaluada. Esto dejaría de lado todo lo que incurra en sesgar esa representación ya sea por no ser considerado un aprendizaje, o por no pertenecer al área en cuestión.

Como todos los docentes que cuestionan y reflexionan sobre su tarea, hemos experimentado situaciones en algunos casos incómodas, que surgen durante un examen y que nos hacen cambiar el estilo, o el enfoque del examen. Por ejemplo la situación en la que aún luego de hacer 20 preguntas; uno, como docente, no puede ser capaz de colocar una nota que represente los verdaderos aprendizajes del estudiante, o la situación en la que uno se da cuenta que el estudiante adquirió los aprendizajes pero no le resulta posible avanzar en un tema, o le cuesta mucho expresarse, o que siempre contesta las preguntas acercándose al concepto pero nunca, a nuestro juicio, de forma exacta. Los docentes somos responsables de esto ya que se empieza a hacer difícil preguntar,  las preguntas pierden calidad y las respuestas son temerosas, los estudiantes piensan con mucha angustia, contestan de forma apresurada, intentando finalizar el examen lo más pronto posible, no discuten, caen en silencios que los angustian aún más y se establece en la mente del docente (y del estudiante) una situación dicotómica entre aprueba o desaprueba, eso nos deja ciegos de objetivos, se pierde el buen gusto, el agrado, se pierde la paciencia, el clima se incomoda y molesta a todos. Se pasa rápidamente al rol de “detector de errores”, de forma que la decisión termina siendo por un acúmulo de errores o aciertos. Esto pasa. Es triste pero en esta situación, en la que el juicio se pierde se nota aún más la asimetría entre el docente y el estudiante, y es aquí donde se suele caer en una puja en la cual el estudiante no tiene en ningún caso la última palabra.

Mi propuesta es no llegar nunca a esta instancia, hay que tener un “plan b” para no someter al estudiante a esta situación. Según el caso, por ejemplo un examen más diagramado y ordenado podría ayudar al estudiante a ubicarse en los temas, antes de establecer vínculos entre ellos, de hecho tanto los libros como nuestras estructuras mentales tienen un orden, y mezclar, integrar y desenvolverse con soltura en el desorden no hacen a la calificación que debemos realizar como docentes. Decir en voz alta y con soltura el abecedario al revés es una virtud de pocos y esto no denota ningún rasgo de integración, vinculación o inteligencia para mí valorable. En otros casos tal vez sea factible un examen más relajado, mas dialogado, sin preguntas y respuestas tan directas, asemejándose a una charla de expertos, donde el tema está dado por la asignatura misma, y los expertos resultan ser el docente y el estudiante. Funcionaría con algunos estudiantes que dispongan del carácter, la seguridad y el conocimiento para poder adoptar sin presión este rol más activo.

Tener en cuenta que el rol docente nos pone en una posición asimétrica, que debe ser tomada con sumo respeto y responsabilidad. Un docente puede sin vacilar desaprobar a un estudiante que no lo merece y puede generar un daño personal muy significativo en un individuo si en un examen se actuara de forma injusta o cruel. Debemos acordarnos que los estudiantes son nuestra razón de ser, si un docente sintiera recelo, molestia, incomodidad, ira o fastidio, debería separarse del equipo y solo ocuparse de tareas “objetivas”, que tengan un rol “no social”. Debe ser valiente y reconocer que puede estar siendo injusto.

Invito a los docentes a que reflexionemos sobre la forma, la estrategia y la actitud en el examen. Tomémonos un tiempo para revisar nuestro rol y nuestra responsabilidad. No nos olvidemos que nos toca la compleja tarea de calificar numéricamente un examen que resulta ser un evento social y que lamentablemente, en nuestro sistema de acreditación universitaria, esa nota será la única representación de los aprendizajes.

* Matías Tellado es Veterinario y docente de la Facultad de Ciencias Veterinarias de la UBA. Descubre día a día una gran pasión por la docencia y la oncología. Siempre elije el camino más complejo para evitar el aburrimiento. Lo caracteriza el buen humor. Lo encontrás en www.vetoncologia.com

martes, 23 de abril de 2013

“El arte de educar”. (Entrevista a María Fernanda Sánchez)

Una de las novedades de este 2013 es la publicación de entrevistas realizadas a docentes y a estudiantes, como insumos para la reflexión sobre nuestras prácticas y sobre los aprendizajes. Las respuestas de docentes y estudiantes, sujetos directamente involucrados en las prácticas sobre las cuales nos proponemos reflexionar en este Blog resultan fundamentales para profundizar el grado de análisis. Claro que podemos estar de acuerdo o no, claro que podemos disentir con determinadas apreciaciones y reconocer en las respuestas (y en las preguntas) posicionamientos pedagógicos e ideológicos compartidos o no pero de cualquier manera, los relatos en primera persona son siempre insumos de gran valor para construir y (re)pensar nuestros propios posicionamientos. En este caso es un placer publicar la entrevista que gentilmente respondió María Fernanda Sánchez*.

Desde el comienzo, Fernanda se encarga de no “cerrar” el universo de las posibilidades de acción de la tarea docente a la cuestión disciplinar, incluyendo otros aspectos del desarrollo y la (trans)formación personal y colectiva (ella dice “social”) de l@s estudiantes.

  • Fernanda, ¿Qué es, para vos, “ser docente”?
  • Ser docente para mí significa ejercer “el arte de educar”, enseñando no solamente los conocimientos de la asignatura en cuestión sino también complementando a nivel social y de desarrollo interior de los “alumnos”. Haciendo un aporte a la formación total de la persona.

A la hora de pensar en las expectativas que tiene al iniciar una cursada, Fernanda pone el acento en su formación profesional pero nos recuerda un objetivo central que resulta tan importante como el de aprender la materia: aprobarla! Más allá de que podamos no coincidir con la forma en que plantea la relación entre el estudiante, el libro y el docente; es claro que espera que sus docentes sean capaces de involucrarse personalmente con sus aprendizajes y puedan compartir sus experiencias.

  • ¿Cuáles son tus objetivos/propósitos/expectativas de logros cuando comenzás una cursada?
  • En relación a mis objetivos son variados, desde aprender cada vez más con las materias de la carrera, para ir formándome como profesional; aprender de los docentes que al ser veterinarios te muestran los distintos caminos que puede llegar a tomar la vida de un veterinario; y, obviamente, aprobarla! En cuanto a las expectativas de los docentes y la enseñanza, espero que lo hagan más ameno e interesante, no solo un copiar y pegar del libro, sino una mezcla con sus experiencias y buena voluntad para enseñar. Ya que para leer libros, ya los tenemos en casa, y una buena idea de las clases sería que se complementen con otras cosas que los libros no enseñan.

En línea con esta idea de aprender/aprobar la materia, alguna vez planteamos el tema de las responsabilidades (al menos) compartidas, cuando un estudiantes cursa o rinde varias veces la misma materia. Sobre este tema, la posición de Fernanda es clara y nos recuerda la importancia que tiene el manejo de las cátedras y la relevancia de la presencia (física y simbólica) de los docentes.

  • ¿Podrías relatar un episodio significativo (por interesante, por triste, por alegre, por extraño, por formativo) de tu experiencia como estudiante?
  • El episodio más reciente que me ocurrió y que me marcó mucho fue el del final de una materia, que tuve que rendirlo cuatro veces hasta aprobarlo. El manejo de la cátedra me parece que está mal, que es desprolijo, que recaen todas las responsabilidades sobre una sola persona que no tiene exclusividad con la facultad y que se hace presente sólo una vez por semana. No dando respuestas rápidas a las dudas e inquietudes de los alumnos.

  • Si tuvieras que recomendarle a l@s docentes un libro, una canción o una película que considerás “relevante” para mejorar la práctica docente, ¿qué libro, canción o película nos recomendarías y por qué?
  • “Another brick in the Wall” de Pink Floyd. ¿Por qué? Invito a verlo y a sacar sus propias conclusiones!

Muchas veces se discutió y se seguirá discutiendo la cuestión de la dicotomía teoría/práctica y sus implicancias en las decisiones pedagógicas y en los aprendizajes. La realización de prácticas por parte de l@s estudiantes, tiene un sinfín de ventajas que incluyen lo motivacional, el aprendizaje de procedimientos y actitudes y la aplicación de los conceptos más teóricos en problemas (más o menos) reales; entre otros muchos procesos neurocognitivos que favorecen la construcción de conocimientos y los aprendizajes significativos.

  • ¿Cuáles de las prácticas, herramientas, estrategias de tus docentes actuales o pasados, resultan o resultaron más exitosas como instrumentos facilitadores de tus aprendizajes?
  • Estoy totalmente convencida de que la práctica nos hace mucho más receptivos a los contenidos de las materias, cosa que falta bastante en la carrera de Veterinaria. Para citar un ejemplo real y actual, puedo contar mi experiencia en una materia de Producción, en la que todas las clases nos hablaban de las distintas prácticas que se le realizan a los bovinos, sus características, etc… Y al llevarnos la última clase antes de rendir el examen parcial al campo y poder trabajar con los mismos, haciendo todas las cosas que nos habían contado y que estaban en la guía, viendo el por qué y el cómo de todo, resultó muchísimo más entendible y aplicable. Sobre todo para los que no teníamos ni idea de algunas cosas que en el campo son rutinarias. Por eso, a la hora de estudiarlas para el parcial, las podía visualizar y comprender mucho mejor que si no hubiera realizado el viaje.

  • Para terminar, ¿Cuáles son y cuáles “deberían ser”, en tu opinión, los objetivos de la Educación?
  • Conseguir el mismo aprendizaje para todos los alumnos de los contenidos de la asignatura y que se puedan llevar “algo más” de sus docentes y sus prácticas docentes. Generando inquietudes y nuevos intereses para los jóvenes en formación.

* María Fernanda Sánchez es estudiante de la Facultad de Ciencias Veterinarias de la Universidad de Buenos Aires, cursando actualmente el quinto año de la carrera.

martes, 16 de abril de 2013

Responsabilidad, vocación y (trans)formación continua (Entrevista a Lisa Tarragona)

Una de las novedades de este 2013 es la publicación de entrevistas realizadas a docentes y a estudiantes, como insumos para la reflexión sobre nuestras prácticas y sobre los aprendizajes. Las respuestas de docentes y estudiantes, sujetos directamente involucrados en las prácticas sobre las cuales nos proponemos reflexionar en este Blog resultan fundamentales para profundizar el grado de análisis. Claro que podemos estar de acuerdo o no, claro que podemos disentir con determinadas apreciaciones y reconocer en las respuestas (y en las preguntas) posicionamientos pedagógicos e ideológicos compartidos o no pero de cualquier manera, los relatos en primera persona son siempre insumos de gran valor para construir y (re)pensar nuestros propios posicionamientos. En este caso es un placer publicar la entrevista que gentilmente respondió Lisa Tarragona*.

Más de una vez planteamos nuestro desacuerdo con el término “oficio” docente y con la necesidad de profesionalización de nuestras prácticas. A la hora de empezar a “definirnos”, Lisa retoma esta idea de “profesión” y la combina con ideas como “vocación”, “responsabilidad” y “aprendizaje constante”.

·         Lisa, ¿Qué es, para vos, “ser docente”?
·         Lo primero que se me viene a la cabeza al pensar en la definición de “docente”, es una profesión de mucha responsabilidad y vocación, en la cual se aprende permanentemente a “ser docente”. Creo que implica saber escuchar, saber darse cuenta si nuestra labor la estamos haciendo bien, saber generar un buen trabajo de grupo, saber enseñar a aprender y no ser un simple transmisor del conocimiento.

·         ¿Cuáles son tus objetivos cuando comenzás una cursada?
·         Mi primer objetivo es generar un interés por la materia o el tema en cuestión. Esto me resulta más difícil cuando trabajo con grupos muy numerosos; creo que el trabajo en grupos pequeños favorece la interacción entre los estudiantes y el docente generando mayor entusiasmo y participación, facilitando mucho el proceso de aprendizaje. Como objetivo general, pretendo poder brindarles las herramientas necesarias para el aprendizaje de la disciplina que enseño.

En la respuesta anterior, Lisa empieza a mostrar su interés por las herramientas de aprendizaje por sobre lo estrictamente disciplinar, cuestión que retoma al proponer actividades en las que sean l@s estudiantes “l@s que hacen”, como la resolución de situaciones problemáticas, de manera de lograr aprendizajes más significativos.

·           ¿Cuáles de tus propias prácticas, herramientas o estrategias resultan más exitosas como instrumentos facilitadores de los aprendizajes de tus estudiantes?
·           No creo que sea muy original, pero la implementación de videos para resolver actividades ha sido muy bien recibida como una propuesta diferente. Creo que cuando podemos acercar un concepto, un saber, a algo más real como por ejemplo una película de una situación real, el aprendizaje es más significativo, y más aún, cuando son los mismos estudiantes los que resuelven situaciones a partir de las imágenes.

Lisa deja en claro la importancia de utilizar estrategias diferentes, algo sobre lo que hemos profundizado varias veces en el Blog, y toma una posición acerca del uso de las nuevas tecnologías de la información y la comunicación, un tema que está siendo ampliamente discutido en los ámbitos educativos y que, como docentes preocupados por los aprendizajes de nuestr@s estudiantes, no podemos desconocer ni desestimar.

·         Lisa, si pudieras agregar, quitar o cambiar aspectos concretos de tu práctica docente diaria, ¿qué cambiarías?
·         Creo que los docentes debemos adaptarnos a los cambios, los estudiantes de hoy no son los de hace diez años atrás, tenemos que animarnos a implementar nuevas tecnologías y formas de trabajo. Considero que si bien es más fácil trabajar con grupos pequeños y en las condiciones ideales, en definitiva somos profesionales y debemos adaptarnos y poder implementar nuestra labor de la mejor forma que se adecue al grupo. Considero que a medida que aprendemos nuevas técnicas docentes debemos implementarlas y probarlas en nuestros grupos para poder lograr las mejores prácticas que resultan para ese grupo.

·         Si tuvieras que recomendarle a otr@s docentes un libro, una canción o una película que considerás “relevante” para mejorar nuestra práctica docente, ¿qué libro, canción o película nos recomendarías y por qué?
·         Yo les recomendaría “La formación de profesionales reflexivos” de Donald Schon.

Para terminar, Lisa nos recuerda el valor de la (trans)formación docente continua y la relevancia que ésta tiene en nuestras prácticas, así como el valor de que la (trans)formación, nuestra y de nuestr@s estudiantes, se dé en un marco de conciencia social y solidaridad mutua.

·         Lisa, ¿Cuáles son y cuáles “deberían ser”, en tu opinión, los objetivos de la Educación?
·         Formar profesionales responsables, respetuosos por la profesión y con la sociedad, solidarios y capaces de desenvolverse en su disciplina. Creo que todos los docentes deberían formarse para ejercer de la mejor forma su labor. Es claro que ciertos docentes tienen mejor llegada a los estudiantes, o tal vez son más claros, más didácticos, más entretenidos que otros; pero más allá de la personalidad del docente, la formación, como en cualquier otra profesión, es esencial.

* Lisa Tarragona es Veterinaria y Especialista en Docencia Universitaria y se desempaña como docente en las cátedras de Farmacología y Anestesiología en la Facultad de Ciencias Veterinarias de la UBA.

martes, 9 de abril de 2013

Inventando el tiempo (de aprender).

Es común escuchar a l@s docentes quejarse de lo insuficiente que resulta el “tiempo de clase”. La gran mayoría asegura que “el tiempo no alcanza”. Si por algún motivo, “se agrega” un tema en alguna Unidad, aparecen frases como “No, en esa clase ya no entra más nada” o “ya era una clase para desdoblar en dos y encima ahora hay más para dar”. Si bien alguien podría preguntarse “¿Por qué el tiempo no alcanza?”, para nosotr@s la primera pregunta que debemos hacernos es “¿Para qué el tiempo no alcanza?

Claro que para decir o “dictar” (vieron que feo que suena la frase “horas dictadas”) todo el contenido teórico de un determinado tema, tres horas puede ser poco pero esa no es (o no debería ser) la idea que tenemos de una clase. Si fuera así, y a la velocidad que avanza la (mal llamada) “sociedad del conocimiento” y aumenta el “cuerpo de conocimientos” de cada disciplina, las horas de clase de las materias serían, año tras año, cada vez más insuficientes.

Sin embargo, es probable que docentes innovadores, con genuinas preocupaciones por los aprendizajes de nuestr@s estudiantes, que planificamos nuestras clases e intentamos salirnos de la “lógica de la explicación”, también (a veces) encontremos insuficiente el tiempo del que disponemos para determinados temas.

Para estos casos es interesante pensar (o recordar) que “las clases” no son (ni deberían ser) el único espacio de aprendizaje de la materia, o dicho de una manera más clara y menos obvia, no son (ni deberían ser) el único espacio planificable de aprendizaje de una materia.

¿Qué nos impide “sacar la clase” (en tiempo y espacio) fuera del aula?

Casi tod@s l@s docentes contamos con un programa (más o menos real) de la materia que nos tocó en suerte. Ese programa define algo así como “horas de clase” (en algunos casos desglosadas en horas teóricas, prácticas, de  seminarios, etc…), ¿Alguien cree que su materia se aprende en esas (60, 70 ó 100) horas “de clase”? ¿Dónde incluyen esas (no) cuentas las horas de lectura, de resolución de cuestionarios, de estudio, de repaso? ¿Qué nos impide planificar actividades para proponerles a nuestr@s estudiantes que se realicen fuera del (acotado) horario de cursada?

Seguramente, esperemos que l@s estudiantes dediquen a nuestra materia más horas que las “horas de clase”. Entonces, si (parte de) nuestra tarea consiste en guiar y orientar (a través de las actividades que proponemos) el estudio por parte de nuestr@s estudiantes, ¿Por qué restringir esta tarea al tiempo y el espacio del aula?

La propuesta sería más o menos así: cuando creemos que el tiempo de una clase no alcanza o cuando queremos agregar (y probar) determinadas actividades en una clase en la que “el tiempo no sobra”, preguntémonos ¿Qué actividades de las que ya hay en esa clase pueden transformarse en actividades para hacer fuera del aula, en otro momento? Probablemente la respuesta sea “la mayoría”. De esta forma vamos a “ampliar” los tiempos de estudio, guiados y orientados, de nuestr@s estudiantes y vamos a poder incorporar a la clase varias de esas actividades que (casi) sólo pueden realizarse en (y con) la dinámica que se genera en un aula llena de estudiantes interactuando entre sí y con sus docentes, esa dinámica que permite la (trans)formación disciplinar, actitudinal, personal y colectiva.

Resumiendo, si bien no vamos a profundizar ahora en cuáles serían esas estrategias o actividades que podrían dar cuenta de esta propuesta, la idea es tan simple como extraordinaria: si no alcanza el tiempo, inventemos el tiempo.