martes, 24 de junio de 2014

Sin “especulación”, no hay organización!!! Por Sebastián Reverter*


Aprender a organizar el tiempo que le dedicamos a las diferentes materias (dependiendo de tus notas en ellas),  pero sin “especular”.

Los docentes y directivos quieren que nosotros, los alumnos, jerarquicemos entre contenidos; que le demos prioridad a las materias que más tiempo de estudio o trabajo necesiten, dependiendo la circunstancia. Pero ojo… “acá no se puede especular con la nota”.

Se hacen advertencias sobre qué pasaría si se dieran cuenta, como si fuera un crimen, que especulamos con la nota; se crea un sistema donde cada materia del segundo cuatrimestre o tercer trimestre (dependiendo la escuela) se deba llegar al 6 promediando todas las notas que se tenga, sin importar la nota que haya quedado en el cuatrimestre/trimestre pasado, para aprobar. Todo esto por temor a la “especulación” pero yo me pregunto: ¿No estamos hablando de lo mismo? ¿Por qué siempre se le ve la mala cara a la especulación, no significa tomar conciencia de nuestras notas y con esto ver cómo nos organizamos? ¿No es parte de nuestra educación, aprender a “jugar” con las notas especulando para organizarnos? Creo que hay una confusión al usar estos términos, para mí (perdón por la reiteración) especular es lo que nos lleva tener una buena organización… Nos hace jerarquizar conocimientos en caso de no necesitar una nota alta o a estudiar con profundidad si necesitamos un 9 en alguna materia.

El problema surge cuando, por ejemplo, en una materia tenemos un 10 y, con mucho tiempo libre para estudiar esa materia en particular (sin siquiera necesidad de levantar otras materias), nos sacamos un 2 en la siguiente prueba.  Aquí nace el temor de algunos profesores, el miedo a la “vaga” organización de nosotros (los alumnos), debido a una “vaga” especulación. ¿Qué nos hace querer organizarnos así (y me incluyo totalmente)? ¿Qué nos falta? ¿Motivación? ¿Estímulos hacia el estudio? ¿Ganas de estudiar, de aprender?

Yo diría que el problema tiene raíz en el sistema educativo (obsoleto) que hace al término especulación sinónimo de vagancia y poco compromiso.  Se debe enseñar sobre  cómo organizarse correctamente, especulando correctamente (siempre considerando que los estudiantes somos personas y tenemos  vidas fuera de la escuela).

No se puede tomar la gran competitividad que genera este sistema educativo, creado en marco capitalista, como fuente de motivación, ya que daña a las personas, las hace egoístas. No se está educando para el bien, con este sistema logramos promover el individualismo, no el trabajo y la ayuda “en sociedad”.

Hay personas que, por ejemplo, no saben organizarse y quieren que les vaya perfecto en todo para ser abanderada/o (con la gran competencia que genera esto). Generalmente, sin una buena organización, no se puede lograr esto todo el tiempo y para algunos no es fácil asimilarlo, causando daños personales, falta de confianza, tristeza, y hasta depresión. En mi colegio hay semanas en particular donde se juntan todas las evaluaciones y trabajos prácticos (coincide siempre con cierres de bimestres). En esta semana realmente no alcanza el tiempo para ver cada contenido evaluado en cada materia.  En estos casos, como dije anteriormente se debe especular con las notas para así organizarse correctamente; y más aún cuando debemos levantar materias y hay  que quitarle tiempo de estudio a materias en donde nos fue mejor. Pero quitarle el tiempo no significa no estudiarla ni restarle importancia sino que significa aprender a jerarquizar contenidos, aprender cuales debo saber, cuales son los importantes.

Queda claro que este no es el único “problema” de este sistema educativo pero es tal vez una de las puntas del ovillo. Hay muchísimas cosas que cambiar, pero alguien tiene que empezar.


* Sebastián Reverter es estudiante de de la Escuela de Educación Técnico Profesional de nivel medio en Producción Agropecuaria y Agroalimentaria. Le gusta mucho la música, el fútbol, y el estudio de la conducta y de los procesos mentales de los individuos.

martes, 17 de junio de 2014

¿Cómo aprende Agos? El aprendizaje como un juego que “despierta algo” y hace que “todo fluya”!!!


En este 2014 el Blog espera, una vez más, incorporar nuevas maneras de reflexionar sobre la Educación y los aprendizajes. Además de las (ya habituales) notas de opinión, de las entrevistas (a docentes y estudiantes) y de los textos escritos en colaboración, queremos incorporar textos que reflexionen sobre “cómo aprendemos”.

Como dijimos en una entrada anterior, pareciera ser que much@s docentes creemos (con las mejores intenciones) que debemos ser facilitadores de los aprendizajes y obramos o creemos que obramos (en consecuencia) con el objetivo de que nuestr@s estudiantes aprendan.

Sin embargo, no tenemos muy en claro “cómo se aprende”, qué hacen nuestr@s estudiantes para aprender, cómo hacen nuestr@s estudiantes para aprender los contenidos (disciplinares, actitudinales y de procedimientos) de nuestras materias.

Es por eso que nos proponemos darle una vuelta de tuerca a esta reflexión a partir de relatos, en primera persona, que den cuenta de cómo aprendemos o cómo aprenden l@s estudiantes, con el objetivo de ser mejores facilitadores de esos aprendizajes (cada vez más significativos) en nuestr@s estudiantes, cada vez más autónomos. En este caso la reflexión es a partir del relato que gentilmente escribió Agostina Chloé Petrinelli *.

Cuando Agos reflexiona sobre cómo aprende contenidos académicos empieza recordándonos que no se estudian (ni se aprenden) igual contenidos disciplinares diferentes: “Desde mi experiencia puedo decir que las materias que eran para ‘leer’ que no me resultaban nada fáciles en el secundario no me costaba entenderlas en la Facultad; pero las exactas fueron al revés. Quizá porque ya no era algo mecánico sino que todo se basaba en gráficos, ecuaciones y en la lógica”. Agos recuerda algo que l@s docentes no debemos dejar de tener en cuenta que es el cambio que significó el “paso” de la Escuela secundaria a la Universidad: “Llegar a la Universidad fue un paso abismal entre el colegio secundario y la universidad. Yo hice el CBC para Licenciatura en Biología, que difiere sólo en una materia con respecto a la carrera de Veterinaria, y debo decir que me costó muchísimo”. En este sentido, agrega, “Para aprobar las materias tuve que adquirir un ritmo que no tenía. En el CBC mi única receta fue sentarme a leer todos los días y repetir las cosas en forma oral. Mi aprendizaje no se basa sólo en leer, sino leer en voz alta en forma detenida y si no lo entiendo volverlo a repetir. La clave para todo es sentarse y estudiar, pero también depende de la voluntad, interés y  la manera en que te tomes la materia”.

En las palabras anteriores se advierte el valor que tienen para Agos las la lectura, la repetición, la “oralidad”, la voluntad y el interés. ¿Cuántas de nuestras propuestas didácticas o de las actividades que (habitualmente) les proponemos a nuestr@s estudiantes involucran la utilización de éstas u otras herramientas facilitadoras de los aprendizajes?

Poniendo el eje en materias de las ciencias exactas, Agos plantea la cuestión de la ejercitación y algo central: la utilización de ejemplos y de ideas de la “Vida diaria”, de la “realidad”, para aprender nuevos conceptos: “Para poder entender estas materias de ‘lógica’ yo me sentaba todos los días y  hacía ejercicios, cosa que no me agrada mucho. Algunas materias me resultaron llevaderas pero otras yo sabía que me iban a costar un poco más como Química y Física que eran “mi karma”. Física la preparé con un amigo que me la explicaba con ejemplos prácticos: me hacia tirar un papel pensarlo de una manera más real. Depende mucho de cada persona como entender cada materia”. En medio de su reflexión sobre estas cuestiones, Agos dice una frase cargada de sentido y de significación pero a la vez de interrogantes: “El aprendizaje no es fácil, pero cuando entendés el tema, todo fluye”. Está claro que nos hay nada que motive más a los estudiantes para aprender que aprender, pero la pregunta es cómo iniciar ese “círculo virtuoso” o cómo facilitarlo.

Poniendo como ejemplo una de las materias que cursó (y recursó) recientemente, Agos incorpora dos o tres cuestiones más a la reflexión: el rol de los docentes como facilitadores de los aprendizajes, la utilización de esquemas, la lectura previa, la realización de cuestionarios guía, la organización y el aprendizaje que se inicia con cierta memorización y sigue con procesos neurocognitivos más complejos, al decir que aprender “No solo depende de tu voluntad sino de cómo te explican los profesores. En mi caso y en especial la primera experiencia en Química Biológica, la recurse porque no la entendía. La organización es factor clave. En mi segunda experiencia los profesores me guiaron de tal forma que me hicieron ver la materia de otra manera. Estudiar con los esquemas es fundamental, yo tengo mucha memoria visual y sé que es la forma de acordarme de todo, entonces los colores en los esquemas a veces te salvan porque te ayuda a acordarte de toda una vía. Al principio para acordarse es cuestión de memorizar y cuando te la sabés, podés entender el ‘porque’ le ponen ese nombre a cada enzima, etc. En mi opinión no hay nada mejor que los profesores que te estén encima y te ayuden, te brinden confianza, en síntesis crear un buen clima de trabajo. Lo otro que me sirvió mucho para entenderla es leer antes de clase, entonces lo que  leíste te va a sonar, te lo explican y después lo repasas con los cuestionarios guía. Nótese que no hizo referencia a los conocimientos disciplinares de l@s docentes, ni siquiera a su capacidad de exposición sino al hecho de que “te estén encima”, “te guían”, “te hacen ver las cosas de otra manera” y “te brinden confianza”. Esa confianza es un aspecto central de la tarea de facilitar aprendizajes.

A la hora de pensar, de manera comparativa, los aprendizajes académicos y los no académicos, Agos nos deja dos reflexiones que no debemos dejar pasar que tienen que ver con el valor de la práctica (de la observación, la imitación, la repetición, el error y el volver a intentarlo) y con la diversión, el disfrute y la pasión como motores para aprender lo que queremos aprender: “En mi caso me gusta el deporte, para mi es diversión y amo la competencia. Cuando uno aprende un deporte es simplemente observar e imitar, fallar, pararse y volverlo a intentar, así constantemente. Es a prueba y error, vos intentás ver todo desde otro punto de vista, se desarrollan tus reflejos, fuerza, exactitud, esto se adquiere con la práctica, constantemente haces lo que no te sale o mejoras”. En este sentido, Agos encuentra una relación entre los aprendizajes académicos y aquellos que ocurren en otros ámbitos que puede ayudarnos a (re)pensar las maneras en que intentamos facilitar los primeros: “Yo soy muy práctica, me gusta aprender tocando, observando y me pasó lo mismo con Anatomía. Si la clase es solo teoría, power point, no me sirve. Si se puede,  tiene que tener de todo un poco: teoría + práctica. Yo no sirvo para estudiar de memoria, cuando razonás, todo cambia. Me gusta ver que lo que estudio es por algo, no quiero pensar que es una materia más que no lo voy a aplicar en nada.

Finalmente, Agos resume su estrategia cargada de observación, de repetición, de razonamientos, de intereses y compara con un juego al acto de aprender, como si fuera algo lúdico, simple, divertido, este concepto que tanto nos cuesta entender pero que tanto queremos facilitar: Mi estrategia sería observar si es posible con imágenes, luego entenderlo, repetirlo hasta que me salga. Trato de buscar cosas en la vida que me gusten, para que me quede en la cabeza. Por ejemplo: si yo tengo un león que está comiendo solo proteínas ¿qué vías metabólicas estarían activas?, me gusta ponerme como ejemplo a los animales que me interesan más. Siempre me pasó, incluso fuera de la carrera, que no me suena igual un perro que un león por ejemplo, se despierta algo en mí que hace que recuerde más las cosas. Es una comparación constante, me gusta saber el porqué de algunas cosas, encontrar diferencias y similitudes; es como un juego.
 
* Agostina Chloé Petrinelli (@ChloeAgos) es estudiante de Veterinaria de la Universidad de Buenos Aires. Tiene 21 años, le gusta el deporte y la fotografía. Está en busca de trabajo, es apasionada de los animales exóticos y de su comportamiento. La práctica, la observación y el contacto son su mejor método para aprender.

martes, 10 de junio de 2014

Evaluar para ayudar a aprender (algo, no importa qué). (Entrevista a Francisco Zapata)


Al igual que el año anterior, en este 2014 seguimos con la publicación de entrevistas realizadas a docentes y a estudiantes, como insumos para la reflexión sobre nuestras prácticas y sobre los aprendizajes. Las respuestas de docentes y estudiantes, sujetos directamente involucrados en las prácticas sobre las cuales nos proponemos reflexionar en este Blog resultan fundamentales para profundizar el grado de análisis. Claro que podemos estar de acuerdo o no, claro que podemos disentir con determinadas apreciaciones y reconocer en las respuestas (y en las preguntas) posicionamientos pedagógicos e ideológicos compartidos o no pero de cualquier manera, los relatos en primera persona son siempre insumos de gran valor para construir y (re)pensar nuestros propios posicionamientos. En este caso es un placer publicar la entrevista que gentilmente respondió Francisco Zapata *.


En su primera reflexión, Francisco separa el “conocimiento disciplinar” (declarativo o técnico) de las habilidades que hacen a un “buen docente” y pone el eje en la responsabilidad que esta tarea supone. Otra cuestión interesante de su primera respuesta es el hecho de utilizar la palabra “evaluar” pero en un sentido diferente al que estamos acostumbrad@s: “evaluar clase a clase a l@s estudiantes para ayudarl@s a crecer”.

  • Francisco, ¿Qué es para vos “ser docente”?
  • La verdad, ignoro lo que es “ser docente”, porque no los soy, pero lo que sí puedo decir es que, como alumno, es muy fácil reconocer a un docente. Son raros, no hay muchos, tuve el agrado de cruzarme con algunos pocos en todos los años que llevo de estudio. En general, tiendo a ser muy crítico con las personas que dan clase, y no considero a todos docentes, ya que, saber algo, hacer algo o conocer algo, no implica que puedas enseñar sobre ese algo. Un docente considera que su trabajo es enseñar, y presta mucha atención a esto. Pocas son las personas que, además de “dar clase”, se toman la responsabilidad de enseñar. Creo que un docente, uno de verdad, evalúa clase a clase a sus alumnos, y los evalúa para poder ayudarlos clase a clase a crecer en sus conocimientos. Hoy en día, saber un poco de un tema, hacer un power point, y hablar unas 2 o 3 horas sobre eso, es suficiente para decir: “yo soy docente, yo enseño”. Para textos teóricos eternos, están los libros, muy necesarios por cierto, pero que nunca deben superponerse con el docente, deben complementarse. Los docentes con los que me he cruzado, han logrado enseñarme en sólo 20 minutos, lo que otros, no lograron enseñarme en horas, y esos son lo que yo considero docentes.

A la hora de pensar en las expectativas y objetivos de logros, Francisco plantea dos cuestiones (una de cada “lado”) que nos parecen centrales: que el estudiante aprenda algo (no importa qué) y que el docente le contagie (y le transmita) alegría y pasión. Estamos convencid@s de que ambas cosas van de la mano y que parte de nuestra tarea es motivar y contagiar para facilitar aprendizajes en l@s estudiantes. Aprendizajes que pueden no ser los que esperábamos, o que pueden no ser en absoluto, pero que impliquen la reflexión del estudiante sobre su propia capacidad de aprender, sobre su poder emancipatorio.


  • ¿Cuáles son tus objetivos/propósitos/expectativas de logros cuando comenzás una cursada?
  • Cuando comienza una cursada, mi objetivo principal es aprender. No importa bien que, lo importante es sacarle el jugo a todo, inclusive a lo que no te gusta tanto. Con respecto a los docentes, siempre espero encontrarme con una persona con buena predisposición, una sonrisa y con ganas de dar la clase. En general, está bueno sentir que el docente está contento de estar ahí, y no sentir que preferiría estar haciendo cualquier otra cosa. Es muy agradable encontrarse con apasionados de lo que hacen, porque te transmiten esa pasión y una alegría contagiosa, que logra hacer que tengas ganas de ir a la clase y estudiar. Creo que mi mayor logro en una cursada es tener una buena relación con el docente y aprender disfrutando.

  • Si tuvieras que recomendarle a l@s docentes un libro, una canción o una película que considerás “relevante” para mejorar la práctica docente, ¿qué libro, canción o película nos recomendarías y por qué?
  • Recomendaría ver el siguiente este video. Me parece relevante porque son muy interesantes muchos de los “conceptos” que este hombre intenta dejar a las personas. En lo personal, este video, me hizo pensar mucho. Me parece además que es un buen ejemplo de motivación y es bueno que los docentes sepan motivar a los alumnos.

Cerrando la entrevista, Francisco vuelve sobre uno de los temas que mencionó al principio y que nos parece de suma importancia: la evaluación. Sus reflexiones plantean la imposibilidad de que un (único) examen pueda dar cuenta de los aprendizajes de alguna materia, la necesidad de repensar la evaluación para que “aprobar” no sea el (único) objetivo del “acto educativo”, la arbitrariedad de las calificaciones numéricas y la posibilidad de realizar evaluaciones constantes y personalizadas.  


  • Si tuvieras que hacer una propuesta de cambio concreto que pudiera aumentar el compromiso, la motivación y la participación tuya y de tus compañer@s, ¿qué propondrías y por qué?
  • Creo que propondría cambiar drásticamente el formato de evaluación. Me parece que lo que respondes en un examen (que en general son relativamente acotados, con respecto al largo de la materia), un determinado día, no puede ser la única forma de saber si tal o cual alumno aprendió lo necesario. El examen no debe ser el único objetivo, el objetivo debe ser que el alumno aprenda. No importa si un alumno hoy no sabe nada, lo importante es que mañana o pasado sepa mucho o por lo menos lo necesario. Uno, dos, ocho, diez, cual es la importancia de esos números? Si el alumno tiene un 6… sabe apenas? Y el que saca 10?, sabe todo?. Los números engañan. Si yo estudio la mitad de una materia, sólo la mitad, es decir, un tema si, un tema no, uno si y uno no, tal vez, al momento del examen y con un poco de suerte, apruebe, aunque sin saber nada de la mitad de la materia. El objetivo evaluación fue cumplido, pero el de aprender no tanto. Una idea mía es que, el alumno, sea evaluado muchas veces, oralmente, con trabajos, preguntas, ejercicios, y el docente (o alguien) debería tener un seguimiento un poco más personalizado. No todos los alumnos deben tener que ser evaluados de igual forma, si un docente sabe que tal alumno no sabe de, por ejemplo, “bioenergética”, ¿por qué no recomendarle un texto y un cuestionario del tema sólo a él? Me parece incluso más justo que esto sea así. Entiendo que es un tanto utópica la idea, pero creo que con un poco de imaginación, las cosas pueden cambiar un poco.

  • Para terminar, ¿Podrías relatar un episodio significativo de tu experiencia como estudiante en relación a algún docente o a alguna práctica docente en particular?
  • Esta anécdota la guardo con mucho cariño. Un docente convocó a un grupo de alumnos a una charla, para hacer preguntas sobre  cuestiones educativas. La asistencia era voluntaria, pero como este docente en particular tiene una chispa muy peculiar, logró que muchos alumnos asistan sin problemas. Yo estaba en ese grupo, y charlamos un rato sobre temas varios. En ese mismo grupo estaba una chica a la que yo poco conocía, en realidad no sabía ni su nombre, una chica que se sentaba a unos 5 bancos de distancia de mí en las clases, pero que nunca habíamos hablado. En la charla estuvimos de acuerdo en muchas cosas y me di cuenta que era una persona muy interesante. Para no hacer la historia muy larga, basta con contar que 2 meses después ya éramos pareja y ya hace 3 años que seguimos siéndolo. De no ser por este docente peculiar que generó ese espacio de charla, tal vez, nunca hubiésemos charlado.

* Francisco Zapata nació en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, el 17 de enero de 1990. Es estudiante en la Facultad de Ciencias Veterinarias de la Universidad de Buenos Aires y es concurrente en la cátedra de Patología Básica. 

martes, 3 de junio de 2014

No soy yo, sos vos.


¿Quién es más importante en una obra de teatro? ¿El actor que la protagoniza o el espectador que la mira? ¿Quién es más importante en un partido de futbol? ¿El goleador del equipo o el hincha que alienta? ¿Quién es más importante en un concierto de música? ¿El cantante o el fan que corea las canciones?

Bueno, no es la intención de este texto responder a estas preguntas pero por ahora sigámonos la corriente para ver si llegamos a algún lado.

L@s docentes solemos ser personas a las que nos gusta (o al menos no nos molesta) esa situación en la que un grupo de gente nos mira y espera que digamos o hagamos algo. Tremenda responsabilidad, no? Jorge Larrosa dice que María Zambrano habla de un “temor” (bien entendido) por ese silencio que se produce en el primer encuentro con un grupo de estudiantes que está ahí y ponen, para nosotr@s, tres cosas esenciales: su presencia, su silencio y su atención. Fuerte, no? Pero volvamos a la idea original. A (la mayoría de) l@s docentes nos genera cierto placer esa situación pero l@s docentes no somos actores (aunque nuestra tarea requiera cierta cuota de “acting”), ni futbolistas (aunque tengamos la suerte de vivir de algo que nos apasiona), ni cantantes (aunque parte de nuestra tarea se trate de “traducirnos” y “contratraducirnos” con “otr@s”). L@s docentes estamos ahí parad@s “para algo”. Ese algo no es entretener, no es generar admiración, no es deslumbrar a nadie (aunque un poco de todo eso pueda servir para motivar a l@s estudiantes o para construir espacios de aprendizaje). L@s docentes estamos ahí parados para facilitar aprendizajes (cada vez más significativos) en nuestr@s estudiantes (cada vez más autónomos).

Como ya citamos en alguna otra entrega de este Blog, una vez el Profesor Néstor Rebecchi dijo una frase más que elocuente en relación a esto: “No nos pagan por enseñar, nos pagan para que l@s estudiantes aprendan”. Para esto es necesario tener una determinada concepción del aprendizaje, de la enseñanza y del rol del docente que puede dolernos (sí, dolernos), que debe necesariamente “bajarnos del pedestal” (en el que nunca debimos haber estado), que nos saca del centro de la escena y hiere nuestro ego pero que es un requisito absoluto para (trans)formarnos como verdaderos facilitadores de los aprendizajes de nuestros estudiantes. Esto no significa dejar de actuar, ni dejar de esforzarnos por cumplir con nuestros objetivos, ni dejar de (hacer de todo para) motivar a nuestr@s estudiantes. Más bien significa tener presente en todas nuestras acciones y en todas las decisiones pedagógicas que tomamos como docentes, esa idea tantas veces repetida por el ya famoso (por sus charlas TED) Sir Ken Robinson: “Education is not about teaching, it’s about learning”. Esto nos obliga a replantearnos, entre otras muchas cuestiones, nuestros presupuestos, nuestros objetivos, nuestras planificaciones, las actividades que proponemos y nuestras formas de evaluar.

Porque aunque nos quite el rol protagónico de la historia y ya no estén todas las miradas puestas en nosotr@s, “La Educación no se trata de la enseñanza, se trata de los aprendizajes” y, entones, sin duda, lo más importante son l@s estudiantes.