martes, 30 de septiembre de 2014

Una invitación a “estar” y a “ser” juntos.


Como lo venimos haciendo hace más de dos años, desde este Blog intentamos invitar a la reflexión (de docentes y estudiantes) utilizando diferentes disparadores. A las notas propias o de autores invitad@s y a las entrevistas a docentes y estudiantes se sumaron este año los ¿Cómo aprende? en los que alguien cuenta, en primera persona, sus experiencias de aprendizajes  para ayudarnos a reflexionar sobre los mismos.

En esta entrada queremos sumar una nueva manera (nueva en este espacio) de invitarnos a (re)pensar(nos) y (re)pensar nuestras prácticas. Se trata de la elección y recomendación de un video corto que creemos que es (como diría Jorge Larrosa) lo suficientemente poderoso como para hacernos pensar (decir y, tal vez, escribir) cosas que aún no fuimos capaces de pensar (decir o escribir).

En este caso, y para “inaugurar” la “sección” es un placer compartir con ustedes un fragmento de la conferencia que el Dr. Carlos Skliar dictó en la ciudad de Paraná, en el año 2010, en el marco del proyecto fortalecimiento de los equipos departamentales, organizado por la Dirección de Educación Primaria del CGE y coordinado por la profesora Carina Rattero. El video fue subido a YouTube por el Portal @prender Entre Ríos, bajo licencia de atribución de Creative Commons.

En este video, el siempre provocador (en el mejor sentido de la palabra) Carlos Skliar nos invita a preguntarnos “¿qué supone “estar juntos” en las instituciones educativas?” Partiendo de la base de que “la ficción de estar juntos ya la conocemos” y de la (celebrable) “universalización” de la entrada de “otr@s” (antes “ausentes”) en las instituciones educativas, el problema no es ahora sobre esa “presencia” sino sobre su “existencia”: ¿cuánto los proyectos educativos “tocan” la existencia de la gente?. En este sentido plantea que el gran interrogante que tenemos ahora es “¿Cómo esa pedagogía se vuelve interesante para cada existencia?”.

Bueno, sin más preámbulo, a disfrutar del video y a pensar (decir, escribir) y reflexionar a partir de las palabras de Carlos Skliar:
 
 

martes, 23 de septiembre de 2014

“Introspección: Cooperando con el individualismo.” Por Tomás Vichachi *


Hace poco encontré un video en YouTube que me hizo pensar mucho en la falta de capacidad individual que se generó en los últimos tiempos, y la importancia que esto tiene en la formación de nuevas sociedades.

Si algún profesor entra al aula y ve a todos los alumnos amontonados, siempre resulta la misma secuencia de preguntas y respuestas. El profesor pregunta “¿Que hacen tan al fondo?” y la respuesta que obtiene siempre es “Es que hace frío” o “Nos queremos mucho”. Pero, ¿Se quieren mucho? ¿Se necesitan tanto?

Más pasan los años y cada vez más va desapareciendo la libertad o “auto dependencia” de los alumnos. Muchas veces, el profesor da algún ejercicio en clase, y los alumnos automáticamente se posicionan en grupos de trabajo, y muchas veces en lugar de recurrir al docente, recurren a sus compañeros. Esta actitud es muy buena para el fomento social y la transmisión de conocimientos de una persona a otra, pero llega un punto en el que se vuelve rutina. Es aquí cuando el docente debe saber decir que no. Mientras más va ocurriendo esto, luego pasará a ocurrir fuera del aula, donde los alumnos se piden las tareas y trabajos, no solo para “copiarse” (lo cual no estaría mal), sino para “entender”. Esto también es muy bueno, claro, pero el hecho de que el alumno no pueda hacer un trabajo por su cuenta por que no entiende algo que el profesor presuntamente dijo, da a conocer la falta de atención o mala explicación de estos mismos. Con este punto de vista, creamos una sociedad de “dependencia social”.

El mayor problema es, para mí, que todos mezclamos dos factores dentro del ámbito educativo: el aprendizaje y la socialización. La mayoría de las veces, los alumnos piden hacer los trabajos en conjunto por el simple hecho de poder seguir charlando con el compañero u otra cuestión, por lo que terminan dejando de lado el trabajo, y haciéndolo a las apuradas en las últimas instancias. Lo mismo puede pasar tranquilamente cuando uno posee una tarea individual, se puede quedar colgado haciendo otra cosa o simplemente dejarlo pasar, pero cuando uno se sienta a trabajar, “expone” sus propios conocimientos en todo su potencial (utópicamente hablando) y realiza una actividad exclusivamente suya (ya sea que la haya estudiado, leído en internet, copiado de otro, etc.), pero todo el mérito, ya sea académico o de valor intelectual se lo lleva él y el que aprende (o no) tanto los contenidos disciplinares como las herramientas que utilizó para aprender es él mismo. Otro factor que puede ser la causa de la escasez de trabajo individual que hay en el ambiente escolar, es la decisión de algunos profesores de reducir el número de trabajos a corregir.

Con este argumento quiero decir que, en el futuro, los alumnos deberán llevar a cabo sus propios trabajos, por más que el trabajo en equipo es algo muy importante para cualquier carrera que se escoja, siempre habrá un momento en el que un individuo deba trabajar por sí solo. Para estos casos, si una persona se formó de pequeña siempre trabajando en conjunto, no va a estar preparado para poder confrontar la realidad en un futuro.

No estoy diciendo que el trabajo en conjunto sea malo, al contrario, puede ser muy útil, más para formar un grupo, se requiere un conjunto de individuos.

En conclusión, los docentes (que aún no lo hacen) deberían empezar a hacer las clases más “mixtas” en cuanto a trabajo individual y grupal, ya que la función de la escuela es capacitar al alumno, no simplemente “aprobarlos a todos juntos”.


* Tomás Vichachi (@IamVichachiYeah) es un ex estudiante de la Escuela de Educación Técnico Profesional de nivel medio en Producción Agropecuaria y Agroalimentaria. Apasionado por el Cine, y aspirante a guionista. En su tiempo libre intenta escribir guiones e historias.

martes, 16 de septiembre de 2014

¿Cómo aprende Mariel? “Hacer” los aprendizajes significativos es “aprender haciendo”.


En este 2014 el Blog espera, una vez más, incorporar nuevas maneras de reflexionar sobre la Educación y los aprendizajes. Además de las (ya habituales) notas de opinión, de las entrevistas (a docentes y estudiantes) y de los textos escritos en colaboración, queremos incorporar textos que reflexionen sobre “cómo aprendemos”.

Como dijimos en una entrada anterior, pareciera ser que much@s docentes creemos (con las mejores intenciones) que debemos ser facilitadores de los aprendizajes y obramos o creemos que obramos (en consecuencia) con el objetivo de que nuestr@s estudiantes aprendan.

Sin embargo, no tenemos muy en claro “cómo se aprende”, qué hacen nuestr@s estudiantes para aprender, cómo hacen nuestr@s estudiantes para aprender los contenidos (disciplinares, actitudinales y de procedimientos) de nuestras materias.

Es por eso que nos proponemos darle una vuelta de tuerca a esta reflexión a partir de relatos, en primera persona, que den cuenta de cómo aprendemos o cómo aprenden l@s estudiantes, con el objetivo de ser mejores facilitadores de esos aprendizajes (cada vez más significativos) en nuestr@as estudiantes, cada vez más autónomos. En este caso la reflexión es a partir del relato que gentilmente escribió Mariel Herrera *.


Como discutiendo atemporalmente con la Coménica idea de una didáctica para “enseñar todo a todos” y, como ya ocurriera en otros #CómoAprende, Mariel diferencia “lo que hace para aprender” materias (o contenidos) diferentes: La forma en que fui aprendiendo diferentes contenidos a lo largo de mi trayectoria educativa (tanto en la escuela como en el profesorado) fue variando, dependiendo de diferentes aspectos: el tipo de contenido, la edad que yo tenía, etc…”. En este sentido, Mariel profundiza: Por ejemplo, en la primaria y secundaria estudiaba casi todo de memoria, principalmente las materias más teóricas como ser Lengua o Ciencias Sociales, y esto hacía que se me dificulte un poco recordar mayor cantidad de temas. En cambio había materias más prácticas, como Matemática o Físico-Química, las cuales fui aprendiendo haciéndolas. Es decir realizando ejercicios para practicar, hasta entender cierto mecanismo que me permita resolver el problema planteado.

En las palabras anteriores se advierte el valor que tiene para Mariel “aprender haciendo” y esto nos invita a hacernos algunas preguntas: ¿Cuántas de nuestras propuestas didácticas o de las actividades que (habitualmente) les proponemos a nuestr@s estudiantes involucran la utilización de herramientas facilitadoras de los aprendizajes que implique “hacer algo”, aprender algo haciendo?

No decimos nada nuevo si volvemos sobre la idea de que cada estudiante es singular y utiliza las herramientas que mejor resultado le han dado en su trayectoria educativa. En este sentido y a diferencia de otr@s estudiantes que valoraron la utilización de redes conceptuales (y no la realización de resúmenes), Mariel deja en claro que no a tod@s nos sirven las mismas estrategias, cuando dice En la Escuela, cuando me pedían que realice un cuadro sinóptico o una red conceptual como método para facilitar el estudio, yo lo hacía pero nunca podía estudiar de allí porque no entendía cómo hacerlo. No me sentía cómoda y prefería estudiar “de memoria”. En cambio, en el profesorado, al ser más grande, pude tener otras herramientas de estudio. Por ejemplo, me sirve mucho realizar un resumen con mis palabras y por escrito de los textos a estudiar, marcando con resaltador los conceptos claves o palabras importantes a tener en cuenta, que me permitan tomar y explicar una idea. Esto puedo hacerlo porque en su mayoría son materias teóricas. Pero aquellas materias más prácticas las sigo aprendiendo de la misma manera que siempre: haciéndolas.

A la hora de pensar, de manera comparativa, los aprendizajes “escolares” (o académicos) y “no escolares” (o no académicos), Mariel insiste con la idea de “aprender haciendo”: Las cosas que uno va aprendiendo en la vida, al ser prácticas o hechos en sí mismos, siempre se aprenden de la misma manera: haciéndolos. Por ejemplo aprendí a nadar yendo al club con un profesor que me enseñó las diferentes técnicas para hacerlo; aprendí a cocinar haciendo un curso donde poníamos en práctica lo que ya conocíamos y aprendimos nuevas técnicas, a través de acciones de ensayo y error; aprendí a andar en bicicleta andando primero con rueditas, luego intentando sin las mismas (con unas cuantas caídas de por medio), hasta que finalmente un día logré mantener el equilibrio y andar sin caerme. A veces, según lo que queramos aprender a hacer, también se puede estudiar la parte teórica con los métodos que mencioné anteriormente. Por ejemplo, hice también un curso de fotografía, en el cual primero leíamos la teoría y luego practicábamos con las cámaras aplicando aquellos conceptos vistos en clase. Pero siempre resultó fundamentar hacerlo hasta que salga.

Finalmente, Mariel nos deja un planteo interesante para seguir (re)pensado nuestras prácticas docentes y adaptándolas a las inquietudes y motivaciones de estudiantes siempre diversos que usan estrategias diversas para aprender. Nos recuerda que aprender (en especial cuestiones prácticas o “de la Vida”) es un hecho natural pero agrega algo fundamental, muchas veces se plantean aprendizajes escolares o académicos de una manera tan “poco natural” que nos obliga a pensar estrategias para facilitar de alguna manera esos aprendizajes: En mi opinión, la diferencia en la manera que tenemos para aprender diferentes cosas no está en si es escolar o extra-escolar, sino si es algo práctico o teórico. Cuando estamos aprendiendo contenidos teóricos, como ser el abecedario, los nombres de los países y continentes o la historia latinoamericana, siempre es necesario tener algunos recursos para poder recordar la gran cantidad de información que significa eso, por ejemplo redes conceptuales, resúmenes, cuadros sinópticos, etc. En cambio, cuando queremos aprender algo que es práctico, es decir, que tiene su significado en el mismo “hacer”, sea escolar o extra-escolar, siempre se va a lograr aprenderse y adquirirse en esa misma práctica, haciéndolo. Ya sea cuando una persona aprende a caminar, a hablar o a leer, a realizar operaciones matemáticas, a cantar, a actuar, a cocinar, etc. Lo que hace reflexionar el preguntarse sobre estas cuestiones es el hecho de cómo podemos hacer para aprender los contenidos escolares o académicos de la misma manera o con la misma naturalidad que aprendemos las cosas cotidianas de la vida. Muchas veces relacionamos los contenidos escolares o académicos con ciertos procedimientos o formas de estudiar, y sería  bueno poder integrarlos con aquellas formas o modalidades que usamos para aprender las cosas más cotidianas, ya que probablemente logremos adquirir un verdadero aprendizaje, más significativo, y podamos apropiarnos mejor de aquello que estamos tratando de aprende”.


* Mariel Herrera es estudiante del Profesorado de Educación Inicial y Primaria en la Escuela Normal N° 10. Maestra auxiliar de Jardín Maternal desde el 2012. Voluntaria del Equipo de Apoyo Escolar y Acompañamiento Educativo de la UBA. Cocinera y fotógrafa muy amateur.

martes, 9 de septiembre de 2014

La (enorme) responsabilidad de motivar. (Entrevista a Katherine Laviano)


Al igual que en el 2013, este año seguiremos con la publicación de entrevistas realizadas a docentes y a estudiantes, como insumos para la reflexión sobre nuestras prácticas y sobre los aprendizajes. Las respuestas de docentes y estudiantes, sujetos directamente involucrados en las prácticas sobre las cuales nos proponemos reflexionar en este Blog resultan fundamentales para profundizar el grado de análisis. Claro que podemos estar de acuerdo o no, claro que podemos disentir con determinadas apreciaciones y reconocer en las respuestas (y en las preguntas) posicionamientos pedagógicos e ideológicos compartidos o no pero de cualquier manera, los relatos en primera persona son siempre insumos de gran valor para construir y (re)pensar nuestros propios posicionamientos. En este caso es un placer publicar la entrevista que gentilmente respondió Katherine Laviano *.

 
En su primera reflexión, Kate habla de “responsabilidad”, un término de enorme relevancia no sólo porque para “ser responsable” (para dar respuestas) hace falta entender que hay un “otro” que (hace preguntas y) demanda esa responsabilidad de parte nuestra, sino también porque da cuenta de la dimensión ético-política de la Educación..

  • Kate, ¿Qué es para vos “ser docente”?
  • Para mi ser docente es una profesión, pero es una profesión que conlleva muchas responsabilidades ya que son los que están formando personas que van a ser el futuro. Ellos son los encargados de enseñarles todo lo que necesitan los alumnos para la vida, y no hablo solo de conocimientos teóricos, sino que también les enseñan valores, normas de convivencia; un buen docente puede llegar a ser como un segundo padre. Por lo tanto creo que no es algo para cualquiera, ya que requiere de una gran paciencia, dedicación y ganas de hacerlo.

A la hora de pensar en los objetivos que se propone cuando empieza una materia, Kate vuelve sobre algo muchas veces planteado en este Blog: la idea de aprender y aprobar. También nos recuerda la importancia de la tarea del docente como alguien que motiva y que ayuda a l@s estudiantes a “descubrir mundos” y a interesarse por temas nuevos pero también como alguien que se interesa por sus estudiantes.

  • ¿Cuáles son tus objetivos/propósitos/expectativas de logros cuando comenzás una cursada?
  • Cuando empiezo una cursada siempre está la expectativa de tratar de aprender los contenidos de forma que no se haga pesado, tratar de aprobar obviamente porque lo ideal es cuando incorporamos contenidos tratar de demostrar que lo sabemos. Que no sea de esas materias que las estudias porque tenés que aprobar nada más, sino que te den los contenidos de una forma que sea interesante y den ganas de aprender. También está la intriga de saber cómo es el profesor, esperás que sepa lo que te está enseñando, que te incentive en aprender y que sea comprensivo, que se interese en que los alumnos aprendan y aprueben.

  • Si tuvieras que recomendarle a l@s docentes un libro, una canción o una película que considerás “relevante” para mejorar la práctica docente, ¿qué libro, canción o película nos recomendarías y por qué?
  • Una película que recomiendo a los docentes es “La Ola”. Está buena porque muestra como la buena voluntad de un profesor por demostrarle algo a los alumnos puede llegar a un extremo. Creo que puede mostrar un poco lo que dije antes de que es importante que el docente sepa cómo tratar a los alumnos, que los entienda, que los conozca.

Cerrando la entrevista, Kate nos invita a pensar en el valor del juego y en el sentido de recuperar “lo lúdico” como herramienta para facilitar aprendizajes y nos cuenta una experiencia (trans)formadora que da cuenta de la relevancia del rol docentes en la construcción de identidades y en la generación (o consolidación) de los intereses de nuestr@s estudiantes.   

  • ¿Cuáles de las prácticas, herramientas, estrategias de tus docentes resultaron más exitosas como instrumentos facilitadores de tus aprendizajes?
  • Para mí están bueno los juegos o competencias para aprender, ya que sin darte cuenta terminas aprendiendo jugando. Y también si esta la posibilidad hacer prácticos de lo aprendido. Una manera que funciona para aprender es la utilización de los medios audiovisuales disponibles, como los cañones o los televisores para las explicaciones de los docentes ya sea pasando diapositivas o videos, ya que de esta manera se puede dar una explicación más didáctica. Hace unas semanas tuvimos la oportunidad de jugar un “preguntados bioquímico” que consistía en responder en la menor cantidad de tiempo la mayor cantidad de preguntas correctas, y desde mi punto de vista fue una forma muy buena de incentivar a los chicos a leer y memorizar diversos conceptos de la materia.

  • Para terminar, ¿podrías relatar un episodio significativo de tu experiencia como estudiante en relación a algún docente o a alguna práctica docente en particular?
  • La verdad es que desde que tuve por primera vez la materia Tecnología de los Alimentos me encantó y comencé a considerar en seguir eso entre otras opciones. Pero me acuerdo de una clase que teníamos que dar con mi grupo el método de conservación por acidificación y la profesora complementó nuestra exposición con una explicación sobre la formación del ácido láctico, y en ese momento no sé si fue admirar cuanto sabía la profesora y decir “che, yo quiero ser así” o si fue sentir lo lindo que es poder comprender por qué ocurre cada cosa, pero ahí me di cuenta que quería seguir esa carrera. No sé si dentro de dos años seguiré pensando así, pero ese día me di cuenta que es lo que quería estudiar.

* Katherine Laviano nació el 15 de julio de 1997 en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, Argentina. Alumna de 4to año de la Escuela Técnico Profesional de Nivel Medio en Producción Agropecuaria y Agroalimentaria de la Universidad de Buenos Aires. 

martes, 2 de septiembre de 2014

A la UBA, pintémosla nosotr@s!!!


Somos much@s l@s que siempre decimos que nos sentimos orgullos@s de desarrollar nuestra tarea (en docencia, en investigación y en extensión) en la Universidad de Buenos Aires; una Universidad pública, no arancelada, inclusiva, cogobernada y de ingreso irrestricto. Pero no somos poc@s l@s que también pensamos (decimos e intentamos obrar en consecuencia) que debe ser cada vez más pública, cada vez más “no arancelada” (y esto incluye a los posgrados y cursos extracurriculares), cada vez más inclusiva, cada vez más (y mejor) cogobernada y cada vez de un ingreso “más irrestricto”.

No somos ingenu@s y sabemos que la Universidad (o al menos lo que simboliza o representa esta “construcción”) no es, por definición, popular sino todo lo contrario: fue, es y será una institución “de élite” (o “de las élites”) con el objetivo último (o primero) de reproducir el status quo y las relaciones de poder imperantes en la sociedad.

Es cierto que en esta última década en nuestro país ocurrió una enorme transformación en este sentido, con la creación de nueve Universidades Nacionales y el notable crecimiento de las llamadas “Universidades del conurbano”, con una enorme tasa de estudiantes (y egresad@s) primera generación de universitari@s y con la esperanza que esto supone para las trasformaciones, que estos nuevos profesionales puedan producir en nuestra sociedad. Sin embargo, no es menos cierto que la Universidad de Buenos Aires (fiel a su “tradición”) se ha mantenido bastante ajena a estas cuestiones, a pesar de algunas decisiones “institucionales” (de dudosa y discutible implementación), como la (inminente) creación de escuelas secundarias destinadas a jóvenes que viven en zonas con (muchos) derechos vulnerados (cosa que otras Universidad ya venían haciendo), los proyectos de voluntariado (muchos de ellos sólo “para rellenar” el CV de algun@s docentes), algunas prácticas de extensión o las (novedosas y controversiales) prácticas sociales supervisadas.

Aún así, much@s “elegimos” desarrollar, con convicción y esperanza, nuestra tarea en la Universidad de Buenos Aires porque estamos convencid@s de que es “el lugar” desde el cuál tenemos que librar esta batalla. En este sentido Jorge Larrosa dice que “hay que trabajar en la Universidad pero contra la Universidad, convertirse en agentes dobles y, sobre todo, cultivar espacios fuera, transitar entre el afuera y el adentro, introducir en la Universidad lo que no es Universidad, lo que es heterogéneo a sus lógicas y sacar de la Universidad a las personas y a los saberes, hacer con ellos otras cosas, en otros lugares, de otras maneras”.

Se trata de construir la Universidad que queremos, la Universidad que soñamos, una Universidad pública en el mejor (y más literal) sentido de la expresión: una Universidad del Pueblo y para el Pueblo. Es como dijo el Comandante Ernesto “Che” Guevara en aquel célebre discurso al recibir el doctorado honoris causa de la Universidad Central de las Villas: la Universidad debe ser flexible, pintarse de negro, de mulato, de obrero, de campesino, o quedarse sin puertas, y el pueblo la romperá y él pintará la Universidad con los colores que le parezca.

Como siempre decimos, no nos gusta la idea de “excusarnos” en las instituciones y en todo aquello que “no nos dejan hacer” la escuela, la Universidad o el sistema educativo. No nos gusta lo “impersonal” que suena la idea de “la Universidad”. Preferimos “levantar el guante” y hacernos cargo de que, en algún punto y de alguna manera, nosotr@s somos la escuela, la Universidad, el sistema educativo. No es “la Universidad” (por sí misma como un ente impersonal) la que se va a pintar de pueblo, somos nosotr@s l@s que debemos pintarla.

La Universidad de Buenos Aires somos tod@s: l@s estudiantes, l@s docentes, l@s no docentes, la sociedad toda. Y es por eso que allí donde el Che decía, sobre la Universidad, “que se pinte”; nos proponemos decir (y actuar en consecuencia) sobre la Universidad de Buenos Aires: “Pintémosla nosotr@s”!!!