jueves, 11 de febrero de 2016

Si el caballo razona se acabó la equitación.


Bienvenid@s de vuelta al Blog! Mientras iniciamos un nuevo año escolar/académico en el que esperamos seguir reflexionando, seguir discutiendo y seguir (trans)formándonos como docentes (cada vez) más facilitadores de aprendizajes (cada vez) más significativos en nuestr@s estudiantes (cada vez) más autónomos; nos invitamos a releer, cada día, una de las entradas publicadas los años anteriores, como forma de volver a “ponernos” en tema. Para l@s que no las leyeron, éstas podrán ser un (nuevo) disparador para la reflexión y el análisis y para los que sí, es probable que las (re)pensemos desde otro lugar y nos inviten a, (nuevamente) pero de otra manera, reflexionar sobre nuestras prácticas y los aprendizajes.

La siguiente entrada fue publicada el Martes 3 de Julio de 2012:


Dado que el título de esta entrada es una frase (que algun@s atribuyen a César Bruto) sugerida por una lectora que aprecio y admiro mucho, aprovecho estas primeras líneas para agradecer a quienes leen este Blog por engancharse con la propuesta, por recomendarlo a sus conocid@s, por postearlo en sus muros de Facebook o linkearlo en Twitter y, nuevamente, l@s invito a participar comentando en el mismo o realizando críticas, sugerencias, ideas o propuestas que pueden enviarme por mail (prodriguez@fvet.uba.ar) o Twitter (a @pablocrodriguez).

Hace un par de meses me tocó participar de la presentación del libro “La rebelión de los medios emergentes” y en mi intervención critiqué la idea un tanto esquizofrénica y algo contradictoria de proponer, desde los medios de comunicación (supuestamente alternativos o emergentes) el cambio de paradigma que ubica a los medios de comunicación (generalmente hegemónicos) en su posición actual. O los medios de comunicación son (como siempre denunciamos que son) “los guardianes del statu quo” o los medios de comunicación son (como el mismo libro propone) "herramientas de consolidación de lo nuevo, de consolidación de procesos políticos-sociales, que apuntan a producir transformaciones profundas y definitivas”.

En ese momento lo planteaba con una analogía del campo de la Educación: nos la pasamos diciendo que la Educación reproduce las desigualdades, mantiene el status quo, está al servicio de los grupos dominantes, actúa como aparato ideológico del estado y después trabajamos dentro de este sistema educativo para mejorarlo, agiornarlo, reformarlo y (creyendo que vamos a) ponerlo al servicio de la igualdad, la equidad y la justicia social. Creo que hay algo de esquizofrénico en este comportamiento. ¿Acaso creemos que vamos a hacer, como dice Sir Ken Robinson, una “revolución de la Educación”? ¿Acaso desconocemos el fin último de la Educación? ¿O es que preferimos ignorarlo?

De todas maneras se me vienen a la mente ejemplos que sostienen esa postura supuestamente esquizofrénica. Pienso en l@s chic@s de “La Garganta Poderosa”, que rompen con la lógica de los medios de comunicación dominantes desde un medio de comunicación de una calidad excelente que representa el “brazo comunicacional” de una organización barrial magnífica. Pienso en el pedagogo norteamericano Peter McLaren, a quien tuve la suerte de escuchar hace unos años en la Facultad de Derecho de la UBA, explicando cómo pudo surgir en los mismísimos Estados Unidos, la pedagogía crítica revolucionaria (una reivindicación del pensamiento de nuestros latinoamericanos Paulo Freire y Ernesto “Che” Guevara, entre otr@s) y justificándolo con la frase “lo mejor surge de las entrañas de la bestia”. Pienso en Neo, Trinity y Morfeo, los personajes de la genial trilogía de los hermanos Wachowsky teniendo que “entrar” a la Matrix para poder destruirla “desde adentro”. Pero no puedo olvidar el final de la tercera entrega de la saga y no puedo evitar pensar en los desenlaces de los muchos procesos histórico-político-sociales que siguieron esta lógica. Entonces me pregunto y nos pregunto: ¿Seremos utópicos o esquizofrénicos? ¿Seremos revolucionarios o ingenuos?

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