jueves, 23 de marzo de 2017

“No todo voluntariado es extensión”. Por Soledad La Fico Guzzo *

En esta primera parte de este nuevo año escolar/académico en el que esperamos seguir reflexionando, seguir discutiendo y seguir (trans)formándonos como docentes (cada vez) más facilitadores de aprendizajes (cada vez) más significativos en nuestr@s estudiantes (cada vez) más autónomos; nos invitamos a releer, cada día, una de las entradas publicadas los años anteriores, como forma de volver a “ponernos” en tema. Para l@s que no las leyeron, éstas podrán ser un (nuevo) disparador para la reflexión y el análisis y para los que sí, es probable que las (re)pensemos desde otro lugar y nos inviten a, (nuevamente) pero de otra manera, reflexionar sobre nuestras prácticas y los aprendizajes.

La siguiente entrada fue publicada el Martes 30 de Julio de 2013:


Muchas veces utilizados como sinónimos, los conceptos “voluntariado” y “extensión” tienen raíces e implicancias diferentes.



El voluntariado es una actividad que se realiza individual o colectivamente y que busca dar respuesta a una problemática social determinada. La idea de “voluntad” remite a un impulso de hacer algo en beneficio de alguien necesitado de ayuda. El voluntario se define como un sujeto altruista, que no busca obtener beneficio alguno a través de su práctica, a quien sólo le interesa hacer buenas acciones y para ello se involucra en grupos u organizaciones que se dedican a atender una multiplicidad de necesidades. De algún modo, el voluntariado está mucho más cerca de las acciones donde prima el componente solidaridad que la extensión universitaria. El voluntario busca sentirse útil, destina tiempo y energías en pos del bienestar de la comunidad con la que interactúa.

Tradicionalmente las iglesias han sido espacios que nuclearon voluntarios. En las últimas décadas, también las organizaciones de la sociedad civil brindaron estos espacios de contención de las inquietudes voluntariosas de miles de personas de todas las edades.

La extensión universitaria comparte muchas de estas características con el voluntariado pero además agrega dos componentes que marcan la diferencia. El primero es que al hacer extensión universitaria, el extensionista aprende mientras hace. La extensión universitaria implica poner en juego los saberes adquiridos en las aulas y hacerlos dialogar con los problemas concretos de la comunidad, en la búsqueda de ofrecer respuestas adecuadas, contextualizadas y pertinentes. En ese diálogo, no sólo la comunidad se beneficia, sino que también la universidad aprende.

El segundo componente que marca una diferencia entre el voluntariado y la extensión universitaria es el sentido de la responsabilidad. No quiero decir que alguien que hace voluntariado no asuma con responsabilidad y compromiso aquello que hace. La diferencia está en que la responsabilidad del voluntario es de carácter moral por decirlo de algún modo, mientras que hacer extensión supone asumir una responsabilidad que es a la vez institucional y ciudadana.

Hay una frase que escribió Risieri Frondizi, hermano del ex presidente, que fue rector de la Universidad de Buenos Aires entre 1957 y 1962 (la “época dorada” de la Universidad), que dice, refiriéndose a los universitarios: “la función social exige que esos profesionales sean lo que el país requiere. Una Universidad puede formar profesionales excelentes aunque socialmente inútiles.

Me sigue sorprendiendo la vigencia de esta frase. Y cada vez que la leo vuelvo a preguntarme por las funciones de la Universidad. ¿Podemos los universitarios mantenernos al margen de lo que les sucede a nuestros compatriotas? ¿Puede la Universidad darle la espalda a los problemas del país, manteniéndose aislada en sus claustros, ajena a las necesidades de toda una sociedad que contribuye económicamente para su sostenimiento?

Se hace voluntariado cuando un grupo de jóvenes colabora en un merendero, o cuando una organización construye viviendas populares para familias sin techo. En este tipo de actividades, se ofrece una enorme ayuda a personas que lo necesitan y se actúa de manera solidaria. Sin embargo, lo único que aprenden los voluntarios es a servir la leche o clavar machimbre. Por el contrario, acciones como las desarrolladas por el Programa Integral de Acción Comunitaria en Barrios Vulnerables, resultan actividades que claramente se definen como de extensión universitaria, en tanto dan lugar a aprendizajes por parte de los estudiantes y profesores involucrados y se proponen dejar capacidades instaladas en los barrios en los que se inserta.

Puede hacerse voluntariado desde la Universidad. Pero si hace sólo eso, está desperdiciando el enorme potencial transformador que la diferencia de otras organizaciones sociales. La Universidad pública está llamada a hacer extensión: posee los saberes, la técnica, la experticia, los recursos humanos y el respaldo institucional. Si no lo hace, priva a la sociedad de esos valiosos elementos, y a la vez priva a sus estudiantes y profesores de aprendizajes altamente significativos, y de ser parte de importantes transformaciones sociales y culturales.


Soledad La Fico Guzzo (https://www.facebook.com/soledad.laficoguzzo) forma parte de los equipos de coordinación del proyecto de Apoyo Escolar y Acompañamiento Educativo (https://www.facebook.com/ApoyoEscolaryAcompanamientoEducativo?ref=hl) del Programa Integral de Acción Comunitaria en Barrios Vulnerables y del Sistema de Tutorías “Universitarios Por Más Universitarios”, ambos dependientes de la Secretaría de Extensión Universitaria y Bienestar Estudiantil de la UBA. Es Técnica en Minoridad y Familia por la UNLZ y estudiante avanzada de la Licenciatura en Ciencias de la Educación (FFyL, UBA).

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