martes, 25 de julio de 2017

¿Cómo aprende Valu? Dedicación e interés para aprender con libertad.

Desde 2014 el Blog viene publicando textos que reflexionen sobre “cómo aprendemos”. Como dijimos en varias entradas anteriores pareciera ser que much@s docentes creemos (con las mejores intenciones) que debemos ser facilitadores de los aprendizajes y obramos o creemos que obramos (en consecuencia) con el objetivo de que nuestr@s estudiantes aprendan.

Sin embargo, no tenemos muy en claro “cómo se aprende”, qué hacen nuestr@s estudiantes para aprender, cómo hacen nuestr@s estudiantes para aprender los contenidos (disciplinares, actitudinales y de procedimientos) de nuestras materias.

Es por eso que nos proponemos darle una vuelta de tuerca a esta reflexión a partir de relatos, en primera persona, que den cuenta de cómo aprendemos o cómo aprenden l@s estudiantes, con el objetivo de ser mejores facilitadores de esos aprendizajes (cada vez más significativos) en nuestr@as estudiantes, cada vez más autónomos. En este caso la reflexión es a partir del relato que gentilmente escribió Valentina Marinelli *.


Cuando Valu reflexiona sobre cómo aprende contenidos escolares diferencia entre contenidos “más teóricos” y “de números y ejercicios” y nos cuenta que “los contenidos académicos más teóricos los aprendo yendo a las clases, viendo a que se le da más importancia de cada tema, tomando apuntes y grabando las clases. En mi casa más tranquila transcribo todo a la computadora y completo toda la información con libros, siempre rescatando de éstos lo que vimos en clase, de esta manera tengo mi resumen para estudiar. Cuando son contenidos de números y ejercicios, que me suele costar más, me sirve comenzar escuchando y viendo por pasos como se resuelven los ejercicios y después intentarlos por mi cuenta hasta que me salgan, lo cual me lleva mucho tiempo y estrés pero a la larga es la única forma de poder enfrentarse a la evaluación y poder hacerlos uno mismo”. Valu destaca el rol que juegan la variedad de maneras de vincularse con esos contenidos que están siendo aprendidos, como la lectura, la expresión oral, los dibujos o la escritura: “Una vez que tengo el resumen para estudiar, lo leo, lo hablo, lo dibujo, suelo hacerme muchos ‘ayuda-memoria’ y busco entenderlo escribiendo en hojas borradores que parecen mamarrachos, algo que generalmente cuando la gente ve que hago no lo entiende, pero para mí es fundamental no leer en el aire.”

En las palabras anteriores se advierte el valor que tienen para Valu las clases, los libros y el trabajo que ella misma hace cuando los vincula, leyendo y releyendo el libro pero con la clase como guía para jerarquizar los contenidos. ¿Cuántas de nuestras propuestas didácticas o de las actividades que (habitualmente) les proponemos a nuestr@s estudiantes involucran la utilización de éstas u otras herramientas facilitadoras de los aprendizajes?

Cuando piensa en aprendizajes no académicos ni escolares, Valu le otorga un valor central a la práctica y al hecho de que no haya presiones, aunque curiosamente, y valga la redundancia, menciona a la curiosidad como una guía para estos aprendizajes: “dentro de lo no académico como los deportes por ejemplo, suelo aprenderlos más a prueba y error. De chica hice gimnasia acrobática, donde sacar un ejercicio nuevo tenía dos opciones, o te salía bien, o te lastimabas en el intento, pero tras la práctica lo lograbas, y a partir de ahí todo era disfrute. Iba todos los días a entrenar siendo consciente de esto y al ser tan chica siempre creí que las cosas se aprendían así, que hay que perseverar y seguir intentando a pesar de los ‘golpes’ (que en este caso no eran solo una metáfora, jajaja). Después dejé por una cuestión de tiempos y arranqué hockey, y ahí lo mismo, es una cuestión de práctica y de todos los días probar alternativas nuevas para que un gesto técnico te salga mejor. Para aprender cosas no académicas me guio más por la curiosidad. Además al no haber límites, instancias ni tiempos a cumplir no hay tanta presión. Uno se puede equivocar en el intento miles de veces y eso no trae más consecuencias que el aprendizaje puro”.

A la hora de pensar, de manera comparativa, los aprendizajes “académicos” y “no académicos”, Valu realiza una reflexión que pone en jaque a la Educación actual y al sistema educativo tradicional (y obsoleto) al enumerar varias de las características de “esta Educación” que atentan directamente contra la posibilidad de aprender y de disfrutar ese aprendizaje: “ambos tipos de aprendizaje requieren dedicación e interés, nada viene solo y uno tiene que poner lo mejor de sí para lograr su objetivo, pero lo que sí noto que es distinto es la libertad a la hora de aprender. Cuando uno aprende algo académico, es dentro de los límites que se les marca; ‘esto entra al parcial pero esto no’, es con plazos, se acerca la fecha de examen y hay que forzar que aprendamos todo para un día especifico, es con notas, que pocas veces reflejan lo que uno sabe, me ha pasado varias veces de sentir que sabía más de lo que el número que ‘me saqué’ y otras veces que sabía menos y ese número era exagerado. En cambio cuando uno tiene la libertad de probar distintas cosas sabiendo que no hay una calificación sobre eso, que no tiene que llegar necesariamente a una fecha con el conocimiento al 100% porque si no ‘te atrasas un año’, que no hay límites estrictos, no hay presiones y esto lo hace más grato”.

Finalmente, Valu nos deja una reflexión interesante que nos recuerda la relevancia del docente pero no de un docente que “explica y evalúa” sino de un docente que motiva, que genera interés, que transmite pasión y que brinda la libertad para pensar, para preguntar, para equivocarse y para aprender más allá de los límites de un (siempre caprichoso) programa académico: “escribir todo esto me hizo pensar que el sistema educativo quizás no es el ideal, entiendo que es muy difícil plantear un modelo eficiente y que no se puede igualar a la forma de aprender cosas no académicas, pero sí tuve experiencias en las que se puede hacer más llevadero, y que no todo sea obligación y tiempos, y ahí entra el papel del docente, el cual tiene en sus manos el poder de motivar, y hacer que no veamos el aprendizaje como algo estructurado, que podamos encontrar pasión en eso y que al igual que en lo no académico, podamos sentirnos libres de cometer errores, de preguntar e indagar, que uno pueda ser curioso y no tenga límites. Es increíble como el interés, e incluso qué tanto se aprende una materia, depende no solo del alumno sino del docente, porque una mala predisposición del docente se trasmite al alumno, el cual se predispone mal hacia la materia, cuando quizás en otras condiciones podía terminar apasionándose y aprendiendo mucho de ella”.


* Valentina Marinelli (@valumarinelli) es estudiante de Veterinaria en la Facultad de Ciencias Veterinarias de la UBA. Cursó sus estudios secundarios en la Escuela de Nivel Medio en Producción Agropecuaria y Agroalimentaria (UBA), hace hockey en el Club Arquitectura y es fanática de los deportes y de los animales. Le encanta disfrutar de domingos de familia, novio y los infaltables apuntes. Futuros títulos: Veterinaria

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