martes, 17 de diciembre de 2013

Hasta el 2014! Felicidades!!!


En esta última entrada del año 2013, queremos saludar a tod@s l@s que nos leyeron durante este año, agradecerles por haberse enganchado con la propuesta, por haber comentado, por haber participado de la escritura (colaborativa) de artículos, por haber respondido las entrevistas y desearles que pasen unas felices fiestas y que empiecen el año nuevo de la mejor manera.

En Febrero del año próximo, l@s volveremos a invitar a seguir (re)pensando nuestras prácticas con nuevas propuestas y nuevas ideas en este Blog que espera seguir siendo un espacio de encuentro e intercambio entre docentes y estudiantes.

Que el 2014 nos vuelva a encontrar reflexionando sobre aprendizajes y sobre prácticas educativas para seguir (trans)formándonos como docentes preocupad@s por facilitar aprendizajes, cada vez más significativas, en estudiantes, cada vez, más autónomos.

Felicidades les desea asifuimosapendiendo!!!

martes, 10 de diciembre de 2013

#EscenariosTec: Mi propia Huella Narrativa y una utopía de (trans)formación colectiva.


Una vez más, tomo prestado el Blog para un texto más bien “personal” en el contexto del MOOC “EscenariosEducativos con Tecnología (entre lo real y lo posible)”, como cuando publiqué el texto con mis primeras sensaciones recién comenzado el curso.

En este caso, “invado” el Blog para publicar (y compartir) mis reflexiones “finales”, aunque la primera reflexión es que no marcan un fin sino un (claro) principio.

Una de las propuestas de esta última semana fue la de escribir nuestras propias “huellas narrativas” a partir de lo que nos había pasado a lo largo del MOOC y aquí estoy.

Lo primero que recuerdo son las enormes dudas que tenía antes de anotarme, no porque no supiera que quería hacerlo sino por lo complicado que pensé que me sería cumplir con las actividades y las entregas en esta (cargada) época del año en la que estamos con cierre de cursadas, exámenes parciales, semanas de orientación, exámenes finales, congresos, etc… Primera “respuesta” de esta innovadora e interesante propuesta: distintos tipos de participación. En mi caso, elegí poder participar en todas las propuestas pero sin la obligación de hacerlo, es decir, una participación acorde a mis posibilidades actuales.

¿Cuántas de nuestras propuestas didácticas tienen en cuenta las posibilidades de nuestr@s estudiantes o permiten la elección de “modalidades de participación”?

Ni bien empezó el curso me sentí bastante “abrumado”, me gusta participar en todos los foros, leer toda la bibliografía (sí; fui, soy y seré lo que mis estudiantes denominan “un nerd”), hacer todas las tareas (incluso las optativas), ver (y comentar) todos los videos y rápidamente entendí que en una propuesta de este tipo eso no eso es posible. Segunda respuesta desde la propuesta misma: que cada cursante elija su propio trayecto por los materiales del curso, de acuerdo a sus intereses. Así fue como hubo temas en los que leí todo (y más) y otros en los que no participé porque me interesaban o motivaban menos.

¿Cuántas de nuestras propuestas didácticas tienen en cuenta los intereses particulares de nuestr@s estudiantes o permiten la elección de “trayectos” y materiales de lectura o estudio?

Las (nuevas) tecnologías de la información y la comunicación nos permitieron ampliar la red de una manera increíble, conectándonos con colegas de todo nuestro país y de otros países, formando una verdadera “comunidad de aprendizaje”, que perdurará más allá del curso. En este sentido, creo que más que mirar el camino recorrido, esta huella narrativa, pretende miran el camino por recorrer, transformarse en una especie de “utopía tecnológico educativa” de incorporar las TICs en nuestra propuestas docentes pero no por el sólo hecho de incorporarlas sino como posibles respuestas a preguntas pedagógicas, como posibles soluciones a problemas pedagógicos o por ser herramientas que den cuenta de objetivos pedagógicos determinados. Y es un camino que constantemente nos invita a seguir caminando, a ir más allá, a “pasar a otro nivel”.  Es como dice Eduardo Galeano:

"La utopía está en el horizonte. Me acerco dos pasos, ella se aleja dos pasos. Camino diez pasos y el horizonte se corre diez pasos más allá. Por mucho que yo camine, nunca la alcanzaré. Entonces, ¿Para qué sirve la utopía? Para eso sirve: para caminar."

Estoy convencido de que aprendí un montón de cosas pero también estoy convencido de que no aprendí “las mismas cosas” que mis (más de 2000 compañer@s) y, probablemente, no aprendí “lo que se esperaba” que aprendiera o de la manera que se esperaba que aprendiera. Y esto me parece, por lejos, lo más valioso de esta propuesta. Más allá de lo que ya sabemos y valoramos (lo masivo, lo abierto, lo “on line”, lo colaborativo, lo “en red”), este curso (y sus comprometid@s y ejemplares tutores) aceptó convivir con la idea de que l@s cursantes podíamos aprender cosas diferentes, cosas “no planeadas” o incluso no aprender nada, pero aprender que somos capaces de aprender (en este caso, con tecnologías). Cada un@ sabe qué (no) aprendió y puede reflexionar sobre los motivos, las causas, los contextos, las motivaciones, los intereses, las herramientas, que facilitaron o dificultaron esos aprendizajes. No quiero hacer este post más largo pero tanto Philippe Meirieu como Jacques Ranciere (ambos citados en foros de este MOOC) han sido más que reveladores (y felizmente controversiales) al respecto.

Fue un placer compartir este MOOC con mis más de 2000 compañer@s, (a quienes les agradezco el acompañamiento y l@s invito a seguir conectad@s y aprendiendo en red) y con los tutores (y organizadores), que se merecen un agradecimiento y una felicitación por ser verdaderos ejemplos de lo que significa guiar, orientar y acompañar en propuestas virtuales y por haber plateado este curso (y las muchas- y valiosas- propuestas virtuales del CITEP) desde un posicionamiento eminentemente pedagógico. No estamos discutiendo (y aprendiendo) de “Tecnología-Educativa” ni de “Educación-Tecnológica”, estamos discutiendo (y aprendiendo) de "Educación, Educación" a secas, sin adjetivos ni adjetivaciones, estamos discutiendo (y aprendiendo) de “Educación-Educación”.

Para finalizar esta entrada, esta huella narrativa, este texto, pensaba en que much@s han manifestado (en los foros) cierta sensación de que es poco lo que hacemos o lo que intentamos o lo que avanzamos y, personalmente, no estoy de acuerdo. Una vez más el gran escritor latinoamericano Eduardo Galeano nos ilumina con sus palabras:

“Son cosas chiquitas. No acaban con la pobreza, no nos sacan del subdesarrollo, no socializan los medios de producción y de cambio, no expropian las cuevas de Alí Baba. Pero quizás desencadenen la alegría de hacer, y la traduzcan en actos. Y al fin y al cabo, actuar sobre la realidad y cambiarla, aunque sea un poquito, es la única manera de probar que la realidad es transformable”.

De la misma manera, incorporar las TICs a nuestras propuestas pedagógicas, reconfigurando nuestras propuestas pero reconfigurando y reconstruyendo, también, nuestras propias percepciones del rol docente, de los aprendizajes, de la evaluación, de la Educación (tal como ocurrió en este curso) es la única manera de probar que las TICs se pueden incorporar a la Educación, que nuestras prácticas son transformables, que nosotr@s mism@s podemos (trans)formarnos y que lo estamos haciendo!!!

martes, 3 de diciembre de 2013

No a la normalidad!!!


Este texto es un grito.

Es un grito desesperado, un grito desde el dolor, desde la angustia, desde la bronca.

Pero para empezarlo de una manera más superficial (ya habrá tiempo -y espacio- para intentar dotarlo de profundidad y de sentido) arranquemos con un viejo y conocido chiste:

Un médico español recibe a un paciente de unos 75 años que le trae los resultados de sus últimos estudios. El médico le dice que los resultados están más que bien y empieza con las preguntas de rigor, que el paciente va contestando una a una.

-      ¿Duerme bien? ¿Cuántas horas?
-      Lo normal.
-      Bueno, pero ¿qué es “lo normal”?
-      Y, unas 6, 7, 8 horas diarias.
-      Está muy bien. Y ¿hace ejercicios?
-      Lo normal.
-      Bueno, pero ¿qué es “lo normal”?
-      Y, salgo a caminar una hora unas 2 o 3 veces por semana.
-      Está muy bien. Y ¿se le cansa la vista? ¿cuánto lee?
-      Lo normal.
-      Bueno, pero ¿qué es “lo normal”?
-      Y, media hora todas las noches y casi un libro por fin de semana sin ningún problema en la visión.
-      Está muy bien. Y ¿mantiene relaciones sexuales?
-      Lo normal.
-      Bueno, pero ¿qué es “lo normal”?
-      Y, unas 2 o 3 veces por año.
-      Bueno, la verdad es que por su edad no está tan mal pero para un hombre como usted, con estos resultados en sus estudios, con su vitalidad y con todo lo que me dijo, 2 o 3 veces por año no parece ser “lo normal”. “Lo normal” sería hacerlo bastante más que eso.
-      Sí para usted que es médico en Madrid pero no para mí que soy Obispo en Cataluña. 

Como dijimos al principio, este texto viene a gritar: “No, a la normalidad!!!

Viene a relativizar la idea de normalidad, que sería deseable extirpar de nuestro vocabulario.

Como dice Zygmunt Bauman:

“Normalidad” es un sustantivo ideológicamente procesado para designar a la mayoría. El “procesado ideológico” se refiere a una superposición del “debería ser” sobre el “es”. Cuando se superpone una diferencia de calidad sobre una diferencia de cantidad, y esto se aplica a las relaciones humanas, las diferencias del número se reciclan y convierten en un fenómeno (que, a la vez, se presume y se practica) de “desigualdad social”.

Este texto viene a proponer(nos) pensar una Educación que, definitivamente, rompa con esa idea de normalidad.

Ocurre que en Educación nos hemos metido, tal vez sin querer (y tal vez con las mejores intenciones originales) en un problema “de lenguaje”. Y sí, probablemente todos los problemas sean, en el fondo, un problema “de lenguaje” pero en este caso, parece ser más que evidente. Resulta ser que “somos tod@s iguales” (aunque como dice Inés Dussel -parafraseando a Orson Wells- “algún@s seamos más iguales que otr@s”), pero al mismo tiempo, repetimos hasta el cansancio que “somos tod@s diferentes” o “diversos”. Sin embrago, cuando “conviene”, celebramos esa diversidad, esa diferencia y cuando “conviene”, invocamos “la igualdad” (idea que, tal vez, retomemos más adelante en otro texto).

Ahora bien (o mal), aún con las “resoluciones” que no compartimos pero que “la Educación” cree darle a este problema “de lenguaje”, algo no parece querer moverse o cambiarse: la idea de normalidad y, por oposición, la falta (curiosamente es la misma palabra que usamos como sinónimo de “infracción” o “error”) de normalidad.

Una de las cuestiones en que coinciden vari@s de l@s que más han estudiado el tema es la centralidad que ha tenido en sus trayectorias y en sus (trans)formaciones, el momento en que alguien le preguntó (angustiosamente, casi como un suplicio) a algún “experto en normalidad” (como l@s médic@s, l@s psicólog@s o los sacerdotes, por citar algunos ejemplos) si algo o alguien “era normal”.

Es casi imposible, en el espacio que brinda una entrada de Blog, profundizar sobre las implicancias que esto tiene para l@s considerad@s (a)normales. Dejamos esa tarea para cada un@ de l@s lectores y avanzamos en la idea que pretendemos utilizar como disparador para la reflexión sobre nuestras prácticas.

Es probable que a esta altura much@s de l@s lectores estén pensando en los mal llamados “casos extremos”, cuyas historias nos conmueven (y nos interpelan) y sobre l@s que much@s creen (equivocadamente), que habría un límite (siempre caprichoso) más claro pero nos proponemos quedarnos “más acá”, sí, más cerca, para hacerlo más difícil, más desafiante.

Aún en l@s que supuestamente somos “más iguales”, como dice el título de ese gran programa de canal EncuentroIguales pero diferentes”, (re)aparece la idea de normalidad y con ella, otra vez, su contracara: la falta de normalidad.

Lamentamos desilusionar a aquell@s docentes a quienes esta idea les proporcionaba algún tipo de seguridad a la hora de tomar (ciertas) decisiones, que la normalidad no existe, más que como una (mal)intencionada construcción político ideológica de dominación, y que es hora de que eliminemos este concepto de nuestros principios pedagógicos, de nuestros objetivos, de los fundamentos de nuestras prácticas docentes y, fundamentalmente, de los fundamentos y los criterios de nuestras evaluaciones.

Este texto es un grito que nos invita a (re)pensarnos como docentes (y estudiantes) rompiendo con la idea de normalidad, de normalidad "como norma", como igualdad (en términos de resultado y no de principios), como regla, como homogeneidad.

Este texto es un grito que espera ser escuchado: “No a la normalidad!!!